El sábado 22 de noviembre de 2022, la noche anterior a la marchita facha marchita del domingo 13, me animé a tuitear un juicio y un presagio: la reacción mexicana ha vuelto a cometer un error garrafal de estrategia: echó toda la carne al asador, y sean los que sean mañana… serán abrumadoramente superados en unos días. Y que conste: para entonces el presidente aún no había convocado a la marcha del 27.
La marchita rosa del Ángel al monumento a la Revolución del domingo 13 fue, en efecto, la demostración más sobresaliente que la oposición ha logrado concretar en las calles. De eso no hay duda, pero justo ahí se erige su tragedia, la trampa que solitos se tendieron: evidenciaron que su máximo es mínimo. ¿¡Sólo para eso alcanzan juntos el PRI —el triásico, el de Alito y el de lo que queda del peñismo—, el PAN, la pandita que queda del PRD, el calderonismo-zavalismo, Fox, la cuna de logos y las asociaciones civiles que supuestamente comanda el señorito X y los empresarios que dizque todavía liderea De Hoyos, el singular grupo plural de Álvarez Icaza y Germán Martínez, lo que quede del liderazgo histórico de la maestra Gordillo, todas las alcaldías capitalinas de oposición, la capacidad de convocatoria de la prensa y los medios masivos tradicionales, la caterva de cómicos endiablados contra el actual gobierno, la intelectualidad círculorojiza y la academia abajofirmante, la opinocracia nostálgica de chayo y la artisteada caída en la desgracia de haber quedado fuera del presupuesto!?
Ni llenar la plaza de la República consiguieron… Más allá de los exiguos contingentes, más allá de la cantidad que, como todos sus opinócratas adelantan desde ya, será contundentemente rebasada, hay que echarle un ojo a la calidad: abundan los testimonios que muestran que aquello no fue una manifestación en defensa del INE, mucho menos en defensa de la democracia, sino un acto de repudio de una persona, el presidente de la República, es decir, no fue más que un episodio pejefóbico, pues, en el que el racismo, el clasismo y el aspiracionismo salieron a tomar un rato el sol. Buena parte de los asistentes no tenía la menor idea acerca de qué se propone en la reforma electoral contra la que, según sus organizadores, se estaban manifestando.
Hoy, un par de días antes del marchononón del domingo 27 suelto otro vaticinio: será jubilosa y formidable, histórica.
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Más turbada que de costumbre, primero por la euforia bobalicona que se agenció el domingo 13 y luego por el amargo despertar que desde el lunes le propinó la realidad, encuerada, desesperada, sin argumentos e impotente, en su enésimo nado sincronizado, la oposición moralmente derrotada lleva un par de días tratando de establecer en el imaginario nacional una narrativa completamente desquiciada: “Entre más grande sea la marcha del próximo domingo 27 de septiembre, será mayor el fracaso de AMLO”. Ok, entonces, en 2024 la 4T “perderá” arrasando en las urnas.
La argucia no es nueva Lo mismo dijeron el año pasado, cuando, de las 15 gobernaturas en disputa, Morena ganó 11, y el prianismo solamente dos —las otras dos fueron una para Movimiento Ciudadano y otra para el Verde—. ¿Se acuerdan? Ni tamaña contundencia fue suficiente para que el lánguido prianismo aceptara su derrota; no, salieron a tratar de convencerse y convencer que les había ido muy bien… ¡porque no había perdido todo!
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A alguno de los creadores de frases fachas se le ocurrió la tontería de calificar la megamarcha del próximo domingo 27 como una “marcha de egos”. El propósito es vilipendiar el evento aduciendo que 1) sólo se trata de apapachar el ego del presidente —supuestamente herido por la marchita rosa— y 2) que la gente que apoyamos la 4T saldremos a la calle con el único fin de presumir fuerzas… Pues, vamos a ser un ejército de egos, miles, y bien contentos y contentas. ¿Será una respuesta la megamarcha del 27 a la marchita del 13? En la cabeza de la oposición. ¿En dónde están pues los problemas de egocentrismo? Significativo: un cuate que usa como avatar una caricatura —¡y para colmo con el rostro cubierto!—, con 17 seguidores en su cuenta de Twitter, se atreve a llamar “andresito” —así, con minúscula— al presidente de la República, al señor electo democráticamente con la mayor cantidad de votos de la historia de este país.
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Desde que el presidente López Obrador convocó a la marcha del 27, la derecha anda en modo de clarividente: ya saben, ¡y lo divulgan!, que tendrá proporciones colosales. Además, por supuesto, la sufren por adelantado. De rosados pasaron a rozados, y rozados precoces porque todavía no sucede y ya les arde horrores.
En su afán por restarle legitimidad aún antes de que suceda, denuncian que todo será producto del acarreo y a cargo del erario. Aseguran que el gobierno federal obligará a la gente a participar. No podía ser de otra manera: el león piensa que todos son de su condición. Por mi parte, tanta acusación anticipada me puso a pensar y concluyo que sólo algo me impediría ir a la marcha/desfile/celebración/informe del próximo domingo: que alguien tratara de obligarme a asistir. Así que nos vemos en el Zócalo el próximo domingo, seguro.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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