Cuando se habla de cultura política, tener la más antigua credencial de militante no es garantía de nada, el carnet con derechos por antigüedad no existe. La intención de un proyecto es sumar y no exterminar al que piensa diferente. Existen distinguidos compañeros de lucha que militaron en el pasado en otro partido, pero no por ello dejaron sus principios en el pantano, cuando el proyecto al que pertenecían no satisfacía sus principios decidieron cambiar. Es de sabios rectificar. Cada caso tiene su contexto.
El asunto no es del orden de lo personal, no se resuelve con denuestos ni con agua bendita (que ni el agua bendita es pura), tampoco se resuelve con insultos contra quien busca la forma de coincidir con nosotros ante un adversario mayor, mucho menos con llamados fatuos a la unidad (sin poner claras las condiciones de la unidad), que vienen siendo llamados a misa.
El problema -o uno de nuestros mayores problemas de la vida interna y de la organización de los partidos y movimientos en nuestro país- ha sido la vieja cultura política que tenemos arraigada después de décadas de malas costumbres. Esa añeja cultura priísta. El gen priísta que a veces se contagia incluso entre quienes nunca militaron en esa organización política.
Parafraseando a Allen Ginsberg, “he visto a las mejores mentes de mi generación subirse a un tabique”, aún siendo militantes de acero inoxidable, no todos son infalibles a las mieles del poder. Cuando llegan a un cargo, por pequeño que sea, quienes ven en esto un fin y no un medio se marean, se van de lado. Terminan siendo parte de lo que antes odiaban o combatían. Piensan en una forma de vida de lujos y superficialidades y se alejan de su gente.
Aquellas frases que sintetizan una forma cultural de pensar la política, parecen haberse anidado en la intersubjetividad de quienes se hacen llamar “políticos profesionales” o “animales políticos”, hijos de lo que también suele caracterizarse como la realpolitik. Remiten a Groucho Marx y su célebre frase: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”
Hasta otras frases que se volvieron axiomas del sistema priísta que consciente o inconscientemente han reproducido propios y extraños:
- Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error
- El que no transa no avanza
- ¿Cómo nos arreglamos?, con dinero baila el perro
- Es como la Ley de Herodes: o te chingas o te jodes
- Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón
- Un político pobre es un pobre político
- En política la moral es un árbol que da moras
- La corrupción somos todos
- No me den, pónganme donde hay
- Es mejor ser malo pero conocido a ilustre y desconocido
- Este es el año de Hidalgo, chingue su madre el que deje algo…
Entre otras frases que significaron coordenadas descarnadas de un sistema muy peculiar que en México devino en degradación del noble oficio de la política y en la corrupción de la vida pública.
AMLO, Evo Morales, Pepe Mujica, han logrado trascender los paradigmas clásicos del quehacer político de los sistemas elitistas y corrompidos porque saben que “para ser pueblo hay que vivir como el pueblo”; son más cercanos a la idea del tequio oaxaqueño que a las extravagancias y la fantochería de los autollamados “políticos profesionales”.
La política como vocación de servicio, como contribución a la vida en comunidad, como lucha colectiva y no sólo como escalera de ascenso individual han regido la trayectoria de los mejores dirigentes latinoamericanos. AMLO en su Tsuru, Pepe en su Bocho representan la austeridad republicana anhelada por Benito Juárez y su carreta recorriendo el país con los archivos de la Nación a cuestas, o la casita de abobe donde Madero despachó en Ciudad Juárez, esos símbolos del buen vivir, la moderación, el vivir en la justa medianía. No sólo pregonar austeridad para gobernados sino también ejercerla como gobernantes. El bien estar consigo mismo para estar bien con los demás.
Ante la vieja cultura priísta que es un cáncer, habría que retomar nuestros valores ancestrales provenientes del México profundo para edificar la cultura del porvenir. La política como servicio, no para servirse de ella.
Fuente de ello son los fundamentos de nuestro pasado indígena. En Oaxaca se han logrado gobiernos virtuosos bajo la perspectiva del mandar obedeciendo.
Ha señalado AMLO: el ejemplo actual es Oaxaca. De 570 municipios, 158 se les llama de régimen de partido y 418 de usos y costumbres. En los 418 de usos y costumbres, todo es servicio comunitario. Los presidentes municipales, la mayoría no cobra. Este hecho es servicio a la comunidad y los miembros de esas comunidades brindan sus servicios de tipo social, empiezan como topiles, como policías, desde adolescentes o jóvenes, como autoridad y van sobresaliendo hasta llegar a presidentes municipales y “tatamandones”. Les produce una gran satisfacción el servicio que dan a su comunidad. Pueden estar trabajando en Nueva York, en Los Ángeles, en Neza, pero cuando les toca dar su servicio, regresan a su localidad. Porque no quieren perder sus vínculos, ellos valen a partir de su comunidad. La vida individual es mucho menos importante que la vida social, comunitaria, colectiva. La ayuda mutua es el motor de la sociedad en esta idea, todas las obras de los pueblos están hechas por la gente en cooperación, en el palacio, en los templos, en las plazas, todo con cooperación y ayuda mutua. Son pueblos limpios, no hay basura, cuidan la naturaleza, cuidad sus bosques. Respetan a los niños y a los ancianos.
Por ello lejos de rendirnos ante quienes nos tachan de idealistas por no ser ambiciosos vulgares, tenemos que promover espacios de formación política horizontales y autogestivos para el cambio cultural. La mejor crítica a los grupos con los que no estamos de acuerdo en su forma mezquina, oportunista y corrupta de hacer política es no siendo como ellos. También lo es recuperando valores del México profundo y luchando por construir una nueva cultura política.
En este sentido recordemos los documentos básicos de nuestro movimiento: “En tiempos de degradación moral, Morena está convocado a ser un referente ético. Sus principios son claros: En el México actual, la vida política e institucional está marcada por la corrupción, la simulación y el autoritarismo. A pesar de ello, millones de mexicanos trabajan a diario honesta y arduamente, practican la solidaridad y se organizan para acabar con este régimen caduco”. Para cambiar inercias institucionales no sólo hay que cambiar a los malos servidores públicos sino la forma en general de hacer las cosas. Tanto peca el sobornado como el sobornador.
Y nuestro Estatuto en Morena, en especial el Artículo 3°: “No permitir ninguno de los vicios de la política actual: el influyentismo, el amiguismo, el nepotismo, el patrimonialismo, el clientelismo, la perpetuación en los cargos, el uso de recursos para imponer o manipular la voluntad de otras y otros, la corrupción y el entreguismo”.
Al final del día todo dependerá de los propios objetivos y parámetros que en lo individual y colectivo nos fijemos a nosotros mismos, sin ánimo de moralina, sino en la idea de construir un instrumento para la transformación nacional y transexenal con principios y eficacia política.
El movimiento de transformación avanza a pasos gigantes, después de obtener la presidencia de la República y la mayoría en el Congreso de la Unión en 2018, ahora cuenta con 22 gobiernos locales, y una gran mayoría de congresos locales; recientemente participaron dos millones y medio de ciudadanos en el proceso interno para renovar los órganos de dirección de Morena, en un ejercicio inédito perfectible pero democrático. La construcción de una nueva cultura política es un reto mayúsculo, estamos obligados a no ser como los gobernantes anteriores, el momento histórico llama a gobernar con principios y eficacia; a no perder de vista que el pueblo es el que manda. Para que no sea flor de un día el esfuerzo de décadas de lucha para cambiar México.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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