El deporte bajo sospecha: 2025, el año en que la corrupción quedó al descubierto

Escándalos de apuestas ilegales, manipulación de partidos, detenciones de dirigentes y polémicas marcaron uno de los periodos más oscuros para la credibilidad del deporte mundial.

El 2025 quedará registrado como un año de quiebre para la integridad deportiva. La crisis más profunda estalló en el fútbol turco, donde una investigación judicial destapó una red de apuestas ilegales y posible manipulación de partidos que involucra a árbitros, dirigentes y más de mil futbolistas. El golpe simbólico llegó cuando un tribunal de Estambul ordenó prisión preventiva para Murat Özkaya, presidente del Eyüpspor, junto con siete jueces de línea, detonando un colapso institucional sin precedentes.

La Federación Turca de Futbol (TFF) activó medidas de emergencia: 149 árbitros fueron sancionados por participar en apuestas, 45 delegados renunciaron, y más de 1,024 jugadores quedaron bajo sospecha, incluidos 27 de Primera División. Clubes históricos como Galatasaray, Besiktas y Trabzonspor aparecen salpicados, mientras que Fenerbahçe destacó como el único de los primeros lugares sin implicados. La gravedad del caso obligó a suspender por dos semanas las ligas de segunda y tercera división y a solicitar a la FIFA una extensión extraordinaria del mercado invernal para reconfigurar plantillas.

El impacto deportivo y reputacional también alcanzó al Eyüpspor, club que había ascendido desde tercera división hasta la Superliga bajo la gestión de Özkaya y la conducción de Arda Turan. Hoy, ese ascenso quedó bajo sospecha, mientras la TFF insiste en una política de tolerancia cero, aun cuando reconoce que el daño a la credibilidad ya es profundo.

En Estados Unidos, la NBA vivió uno de los episodios más escandalosos desde la legalización de las apuestas en línea. Más de 30 personas fueron arrestadas, entre ellas Chauncey Billups, entrenador de los Portland Trail Blazers, y Terry Rozier, jugador del Miami Heat. Las autoridades describieron dos tramas distintas, pero igual de graves: amaños en juegos de póquer de altas apuestas vinculados a familias de la mafia, y fraude en apuestas deportivas mediante el uso de información confidencial de la liga. Billups, Rozier y Damon Jones enfrentan cargos por conspiración, lavado de dinero y fraude electrónico, mientras la NBA los suspendió y aseguró cooperación total con las autoridades federales.

El expediente reveló prácticas alarmantes: jugadores que alteraban su rendimiento o abandonaban partidos con supuestas lesiones para beneficiar apuestas previamente acordadas. Fiscales y el FBI hablaron de decenas de millones de dólares en fraude, uno de los golpes más duros a la imagen de la liga en la última década.

En Argentina, la corrupción tomó una forma distinta pero igual de corrosiva. Las decisiones administrativas de la AFA, encabezada por Claudio “Chiqui” Tapia, provocaron una crisis de credibilidad en el fútbol local. La proclamación tardía y sorpresiva de Rosario Central como “Campeón de Liga 2025”, en un torneo que no figuraba como tal, desató protestas, arbitrajes cuestionados y un enfrentamiento abierto con Estudiantes de La Plata. El episodio del pasillo de honor impuesto y las posteriores sanciones, sustentadas en un documento creado durante el propio partido, profundizaron la sensación de manipulación institucional.

El conflicto escaló a nivel político, con la intervención pública del presidente Javier Milei, denuncias periodísticas por presunto lavado de dinero vinculado a la AFA y una creciente percepción de que el fútbol se convirtió en botín de poder. Entre arbitrajes sospechosos, sanciones polémicas y torneos multiplicados, la credibilidad del campeonato argentino quedó seriamente dañada.

A este panorama se suma el plano internacional, donde fiscales estadounidenses retiraron cargos en uno de los casos derivados del FIFAGate, recordando que la sombra de la corrupción aún persiste en las estructuras del fútbol global, incluso una década después del mayor escándalo de su historia.

En conjunto, 2025 dejó una advertencia contundente: el crecimiento de la industria de las apuestas, la fragilidad institucional y el uso político del deporte conforman una combinación explosiva. El desafío para federaciones y ligas no será solo sancionar, sino reconstruir la confianza de aficionados que hoy miran el juego con más sospecha que ilusión.

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