Ricardo Salinas Pliego y su guerra por el agua: lujo y privilegios frente a la escasez

Mientras se queja de impuestos y presume libertad económica, Ricardo Salinas Pliego concentra concesiones de agua equivalentes al consumo de millones de personas, revelando que su berrinche contra Sheinbaum es solo un intento de proteger su lujo y privilegio.

El evasor fiscal, Ricardo Salinas Pliego, volvió a mostrar su lado más risible: mientras se victimiza en medios y redes como perseguido político, la realidad es que su verdadero negocio es acaparar agua en pleno país con crisis hídrica. Su guerra mediática contra Claudia Sheinbaum no es por principios, sino por conservar privilegios que parecen salidos de un videojuego donde él controla el recurso vital.

De acuerdo con una investigación de César Huerta y Ulises Rodríguez para Polemón, el escándalo comenzó con el campo de golf Las Parotas en Huatulco: 85 hectáreas que Salinas trató como si fueran su jardín privado frente al mar. Cuando el gobierno de AMLO convirtió la zona en Área Natural Protegida, el magnate lloriqueó de expropiación y “hostigamiento a la inversión”, olvidando mencionar que ya había sido señalado por desviar ilegalmente agua para regar su campo de golf.

Pero Huatulco es solo la antesala del imperio hídrico de Salinas. Banco Azteca posee concesiones que le permiten extraer millones de litros al año en Nayarit y Huixquilucan —suficientes para abastecer Iztapalapa durante casi diez días—, mientras él sigue pregonando que es un empresario modelo y amante de la libertad. Todo registrado bajo la categoría ambigua de “servicios”, perfecta para que el magnate haga de un recurso vital un juguete financiero.

Otras piezas del rompecabezas: desalojos a campesinos en Huixquilucan y el Centro de Alto Rendimiento Azteca, donde el magnate impuso alambre de púas como si estuviera en su propiedad privada. Su hermana Esther Salinas también juega con agua embotellada sin concesión alguna, registrando marcas como Azul Maya, mientras millones de mexicanos esperan horas para llenar un simple tambito.

Salinas Pliego no pelea por impuestos ni libertad económica. Lucha por mantener cada gota bajo su control, y se arma de cámaras, noticieros y teclado digital para que nadie le diga que México no es su jardín privado.

Con información de César Huerta y Ulises Rodríguez para Polemón

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