Una batalla de pulsos, orgullo y latidos acelerados en un CU que se convirtió en una caldera dividida entre azul y rojiblanco. Cruz Azul sobrevivió al vértigo, se levantó de cada golpe y encontró, en la agonía, el pase que alimenta su sueño semifinalista.
Cayó la tarde en Ciudad Universitaria con un clima eléctrico, de esos que anuncian que el futbol no será solo un juego, sino un juicio. La afición rojiblanca, multitudinaria, ocupaba buena parte de las gradas y hacía vibrar el recinto con un coro que parecía no tener fin. Aun así, el canto celeste se sostenía como un faro en medio de una tormenta: Cruz Azul estaba obligado a mostrar carácter.
El duelo inició con un frenesí que encendió las pulsaciones. Apenas al minuto 8, Cade Cowell atacó el área como un rayo y empalmó de volea para abrir el marcador. El gol cayó como un baldazo de agua fría, pero también encendió el espíritu celeste: cinco minutos después, Gabriel “Toro” Fernández rugió en CU. El uruguayo, que vivió un semestre complejo, encontró en esa pelota el testimonio de su perseverancia; un remate que devolvió al equipo a la pelea y al estadio a la locura.
El choque fue áspero, lleno de entradas duras, roces y reclamos. El ritmo, sin embargo, jamás decayó. Chivas presionaba como si cada ataque llevara una amenaza. El ruido rojiblanco inundaba CU, pero no lograba sofocar del todo la voz azul que resistía con orgullo.
Al 34, Bryan González volvió a inclinar la balanza para Guadalajara con una definición que silenció por momentos al sector cementero. El partido ardía. El tiempo avanzaba y los nervios crecían, hasta que al 72 Jeremy Márquez conectó el latido que necesitaba la Máquina: un disparo que selló el empate y devolvía, por criterio, el boleto momentáneo a semifinales.
El cierre fue un drama puro. Al 76 ingresó Javier “Chicharito” Hernández, quizá en sus últimos instantes como jugador del Rebaño. Ocho minutos más tarde, el destino le puso frente a los once pasos la posibilidad de escribir otra historia. Pero la pelota viajó lejos, como si el peso de la noche se hubiese posado en sus botines.
Y cuando parecía que todo concluiría sin más sobresaltos, el fútbol decidió firmar un epílogo memorable. En el último suspiro, el “Toro” Fernández inició un contragolpe que partió a Chivas y abrió la puerta para que Charly Rodríguez inventara un globito celestial, una pincelada que dejó congelado al estadio y puso a Cruz Azul en semifinales.
La Máquina está viva, está fuerte y está lista.
El miércoles 3 de diciembre, en el Estadio Olímpico Universitario, se medirá ante los Tigres de la UANL en una serie que promete otro capítulo de emociones desbordadas.

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