POR: EDUARDO BLANCO
La campeona del mundo que enfrentó una agresión pública derribó el sistema y volvió a levantarse para coronarse en México, transformando la herida en impulso y la adversidad en un nuevo comienzo.
El 20 de agosto de 2023, España vibraba con una hazaña sin precedentes: la selección femenina se proclamaba campeona del mundo en Australia y Nueva Zelanda. El triunfo representaba un despertar colectivo, una explosión de reconocimiento para un futbol históricamente relegado. Pero mientras el país celebraba, un solo gesto empañó el momento. Un beso no consentido de Luis Rubiales a la capitana Jennifer Hermoso, transmitido en vivo al planeta, expuso de forma cruda la cara más oscura del poder y del machismo institucional.
Una agresión en medio del júbilo
Aquel beso no fue una anécdota, sino un acto de violencia sexual en un contexto donde Hermoso no tenía posibilidad de consentir ni defenderse. El episodio dejó al descubierto una cultura que durante años había normalizado comportamientos abusivos en el deporte. La propia jugadora, con serenidad y valentía, lo dejó claro: “Me sentí vulnerable y víctima de una agresión… sencillamente, no fui respetada”. Sus palabras resonaron como un terremoto, no solo en España, sino en todo el mundo.
Lo que vino después confirmó aquello que tantas mujeres conocen demasiado bien: la agresión fue solo el inicio. Según denunció Hermoso, Rubiales y su entorno intentaron presionarla para manipular su relato, minimizar su dolor y silenciar su voz. Pero algo distinto ocurrió esta vez: millones decidieron que ya era suficiente.
Cuando una voz basta para encender miles
La respuesta social fue inmediata. Lo que comenzó como una denuncia se transformó en un movimiento global bajo el lema #SeAcabó, una consigna que exigía el fin de la impunidad en el deporte y que convirtió a Hermoso en un símbolo involuntario pero poderoso.
Una futbolista que eligió avanzar
Decidió moverse, cambiar de aires y reconstruirse en el sitio menos esperado: el futbol mexicano. Primero llegó a las Tuzas del Pachuca y posteriormente volvería a tocar el cielo con Tigres Femenil, fue una apuesta emocional y deportiva, una nueva página para una jugadora que ya lo había ganado todo:
Ganó la Copa de Francia en 2011 con el PSG y, tras su regreso a España, encadenó siete Ligas y cinco Copas de la Reina, consolidándose como una figura dominante en la élite. En 2021 alcanzó uno de sus puntos más altos al conquistar la Champions League con el FC Barcelona y recibir el Balón de Plata como segunda mejor futbolista del mundo. Además, ha sido cinco veces Pichichi, reflejo de su constancia goleadora. Con la Selección Española levantó la Copa del Mundo y la Nations League en 2023.
Pero faltaba algo. Una espinita, como ella misma la llamó, una deuda que solo podía saldar en la cancha.
México, la séptima estrella y una herida que se convierte en fortaleza
El 2025 le regaló lo que tanto había buscado: un título en México. Y no cualquiera, sino el que cerró una remontada épica de Tigres, del 0-3 al 4-3 global, ante un Universitario que rugía por ella. Hermoso, emocionada hasta las lágrimas, lo dijo sin filtros: “No me iba a ir de México sin ganar un trofeo… soy campeona del pto México”.
No era un grito de victoria, sino de reivindicación. Era la voz de una mujer que viajó lejos de casa, que cargó con un escándalo injusto, que fue atacada, juzgada y presionada, pero que aun así eligió no romperse. Eligió jugar.
Cierra una herida, abre un legado
La historia de Jennifer Hermoso no es solo deportiva. Es el retrato de cómo una atleta enfrenta un abuso público, se rehace y transforma su nombre en sinónimo de resistencia. Hoy, Jenni no solo porta medallas: porta una causa, una verdad y un ejemplo. La séptima estrella de Tigres brilla, sí, pero lo hace especialmente

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