Por Laura Hernández
El próximo 15 de noviembre se llevará a cabo una marcha convocada a través de distintas redes sociales por quienes se hacen llamar “la generación Z”.
Este movimiento toma como símbolo la bandera pirata de la serie de anime japonesa One Piece, que se ha convertido en un eje de unión en movimientos de protesta de la Generación Z alrededor del mundo. Sin embargo, si analizamos con detenimiento los perfiles de los convocantes de esta marcha, nos damos cuenta de que algo no cuadra.
A grandes rasgos, esta serie trata sobre un mundo rodeado casi en su totalidad por agua, donde la única forma de conocer otras islas es aventurándose al mar como piratas en busca de conseguir el “One Piece” para convertirse en el Rey de los Piratas.
Lo que conocemos tradicionalmente sobre la vida de los piratas es que en sus travesías asaltan otros barcos de manera despiadada para hacerse de riqueza y tesoros a costa de su mala fama. Sin embargo, contrario a esta descripción, la serie One Piece tiene una perspectiva política que la hace interesante:
Plantea que el mundo está gobernado por un gobierno totalitario que oprime a sus habitantes.
El personaje principal de esta serie es el capitán Monkey D. Luffy, quien en sus aventuras viajeras conoce innumerables islas, y en cada una de ellas percibe los conflictos y las distintas realidades de sus poblaciones. Se percata de que existen problemas de desigualdad, racismo y tiranía, y debido a su gran empatía siempre se sitúa del lado del oprimido, enfrentándose junto a su tripulación a quienes ejercen el poder en perjuicio de la población y luchando por la justicia. Luffy usa un sombrero de paja como símbolo de humildad.
Es decir, este grupo de piratas rompe con la imagen negativa que tenemos de ellos y deciden resignificar su relación con el otro. Luchan por la libertad de los pueblos, contra el racismo y por una sociedad solidaria y sin jerarquías, lo cual le otorga a la serie un vínculo con el anarquismo.
Es una serie que retrata los problemas sociales, en donde Luffy se vuelve un símbolo rebelde y revolucionario, que busca cambiar el ordenamiento del mundo frente a la autoridad totalitaria.
¿Acaso los Claudio X. González, los Salinas Pliego, las Alessandras Rojo de la Vega, los Alitos Morenos, Fox, los mareas rosas, los Calderones y toda la escoria prianista comprenderán que el significado de este símbolo que adoptan como bandera es totalmente ajeno y discordante a lo que ellos representan?
Esto, además de estupidez, evidencia la ausencia de organicidad de la convocatoria en sí y el profundo desconocimiento sobre lo que representa este símbolo del pirata con el sombrero de paja para esta generación, lo que lo hace aún más repugnante.
Se apropian de símbolos, de causas, de manifestaciones de indignación legítima en momentos coyunturales como el que vivimos hoy con el asesinato de Carlos Manzo, porque ellos en realidad carecen de propuestas y de símbolos propios. Roban no sólo dinero, sino también identidad, porque la suya es de todos conocida y sólo merece el rechazo que no ha podido revertir en las urnas ni en la opinión pública.
Estos personajes representan el establishment político, la organización social jerárquica, el clasismo, el racismo, la discriminación y la injusticia social, y eso es justamente lo que combate esta generación. Por eso sus discursos no tienen eco ni acompañamiento de los jóvenes, quienes incluso se han deslindado de esta convocatoria a partir de mensajes en redes sociales.
Con esta bandera, estos grupos del poder político pretenden emular movimientos sociales que retomaron ese símbolo, como en Nepal, Madagascar o Perú, entre otros. Sin embargo, no se puede adoptar un símbolo pretendiendo replicarlo en otro contexto tan diferente como México.
En nuestro país hay gobernabilidad y la Presidenta Claudia Sheinbaum cuenta con el apoyo mayoritario de la población, superior al 70%. Contrariamente a lo que vocifera la derecha en sus discursos, no vivimos en una dictadura ni tenemos un gobierno totalitario.
Es por ello que este lenguaje político usado por los convocantes de la mal llamada generación Z, cuyo nombre verdadero debiera ser “Generación Zopilote”, desentona totalmente con las demandas de los jóvenes que sí pertenecen a dicha generación y cuyo movimiento se gesta de manera orgánica desde abajo y no desde la oligarquía.
La generación Z plantea construir una sociedad más igualitaria y con justicia social. Busca recuperar su lugar en el mundo, un lugar que el sistema les ha arrebatado junto con la mayoría de sus derechos. Son estos jóvenes los que mayormente han resentido y padecen la precariedad social, sin poder acceder a derechos básicos como la vivienda y la seguridad laboral. Por eso no tienen vínculo alguno con quienes promueven esta marcha.
Es una generación políticamente presente, pero que quizá “no estamos viendo ni leyendo” adecuadamente porque sus canales de comunicación no se sitúan en las redes sociales convencionales.
Contrario a lo que podríamos pensar, la generación Z no es apolítica, lo cual representa una llama esperanzadora para frenar la irrupción del neofascismo en nuestro país, como ha sucedido en otras naciones de Latinoamérica, como Argentina, donde lamentablemente han sido los jóvenes quienes han colocado a la ultraderecha en el poder.
No obstante, me surgen algunas preguntas:
¿Qué papel jugará esta generación Z en los cambios de paradigmas y de transformación sociopolítica en nuestro país?
¿Qué proponen para cambiar la realidad que vivimos y bajo qué principios y estrategias de acción?
¿La 4T y Morena están entendiendo la manera de concebir el mundo de esta generación y sus nuevas formas de organización y acción política?
¿Tendrá futuro la 4T con las formas en las que está ejerciendo el poder político o sucumbirá ante esta generación que no se siente representada por ningún partido político y que, a diferencia de muchos en Morena, no pretenden acomodarse dentro de las estructuras de poder, sino transformarlo?
Para quienes han leído mis columnas, se habrán dado cuenta de que, en correlación con mi actividad profesional, escribo sobre temas de salud en general y salud mental. Sin embargo, hoy decidí escribir sobre este tema de coyuntura política porque también tiene que ver con la salud individual y colectiva.
Si queremos vivir en una sociedad mejor, debemos replantear constantemente nuestras formas de organización y transformarla en beneficio de las mayorías y en pro del bien común. Debemos transformar el pensamiento en función de nuestra realidad objetiva para conquistar derechos y evitar regresiones.
Como Psiquiatra, puedo decir que es obligado conocer más a profundidad las inquietudes de los jóvenes, sus nuevos códigos y canales de comunicación, sus preocupaciones, carencias y demandas, así como los diversos fenómenos sociales de la realidad que vivimos, puesto que estos factores también moldean el pensamiento y la personalidad y forman parte de la experiencia vivencial como individuos y como colectividad. Desconocer estos aspectos nos impide valorar a las personas en su integridad, lo cual a su vez limita la empatía y la comprensión de sus problemáticas, que impactan directamente en la convivencia social.
Para mí, conocer más a profundidad los planteamientos y la narrativa que promueve la generación Z me hace tener esperanza en nuestros jóvenes, quienes se rebelan al autoritarismo de los gobiernos de derecha.
Las generaciones somos más que un nombre (Baby boomers, Generación X, Millennials, Generación Z, etc.). Somos vivencias, experiencias, esperanza y ejes de transformación.
Debemos estar pendientes de lo que suceda este próximo 15 de noviembre y seguir combatiendo cada día desde nuestra trinchera la narrativa de la derecha carroñera, que está dispuesta a lo que sea por recuperar el poder y sus privilegios a costa del pueblo de México. Frenar a estos delincuentes es tarea de todas y todos, es una lucha transgeneracional.

Deja un comentario