El cooperativismo y la ruta humanista del Plan Michoacán por la Paz y la Justicia

El lamentable asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, no solo nos duele, nos indigna y nos encabrona, porque desnuda una vez más la herencia sangrienta de la mal llamada “guerra contra el narco”, incubada durante el sexenio de Felipe Calderón por más que los prianistas lo quieran negar. Para los mexicanos, es una herida que sigue abierta en el cuerpo social del país y, frente a ello, no hay alternativa más digna y acertada que la ruta anunciada por Sheinbaum, quien apuesta por un Plan Michoacán por la Paz y la Justicia que parta de la reconstrucción del tejido social y no de la repetición estéril del uso de la fuerza. 

Pero miremos más allá de la rabia: este suceso condenable puede convertirse en una oportunidad inédita para cultivar la paz desde la raíz, retomando el papel activo de las organizaciones sociales, los pueblos originarios y los colectivos ciudadanos que, como lo ha demostrado la historia del cooperativismo en América Latina, son capaces de levantar pueblos enteros desde las ruinas de la violencia.

En FUDEMAH, respaldamos plenamente la iniciativa de la presidenta Sheinbaum porque sabemos —desde nuestra experiencia en comunidades agrarias y rurales— que no hay paz posible sin justicia social, ni justicia sin comunidad organizada. Para nosotros, el cooperativismo, como entramado de solidaridad, autonomía y trabajo compartido, ha demostrado ser una herramienta efectiva para reconstruir la confianza entre las personas, devolver dignidad a los campesinos y promover economías con rostro humano. Pero contrario a esta visión, la oposición vuelve a mostrar su mezquindad política: se frota las manos para convertir la tragedia en botín electoral, en vez de exigir justicia con ética. Muestra de ello son los destrozos y los provocadores que manipularon la indignación popular, sin representar a la familia del alcalde ni, mucho menos, al pueblo michoacano. El pueblo verdadero protesta con dignidad, no con odio; exige justicia, no venganza, pero la derecha y sus voceros no lo entienden, siguen creyendo que el miedo es una estrategia, cuando en realidad es una forma de servidumbre al poder económico que los sostiene. Seamos categóricos: la violencia no se erradica con más violencia, sino con cooperación, educación y trabajo colectivo, como lo enseñan las experiencias cooperativistas en Colombia, Brasil o Cuba, donde comunidades enteras reconstruyeron su economía gracias a la unión solidaria. En esas trincheras, como en Michoacán, la organización social se convierte en escudo frente al neoliberalismo y frente a los intereses económicos, delincuenciales y mediáticos más podridos de la historia.

El Plan Michoacán que impulsa Sheinbaum tiene el potencial de abrir un nuevo camino donde los programas sociales se vinculen con la economía solidaria, la autogestión campesina y las cooperativas ambientales. No se trata solo de reparar el daño, sino de sembrar autonomía y esperanza, al tiempo que se aíslan los grupos que se benefician del caos, especialmente aquellos cuyos intereses económicos heridos los llevan a financiar la violencia para desestabilizar gobiernos reformistas, como ocurrió en los años ochenta en Chile y Nicaragua, o incluso en Colombia durante las negociaciones de paz. Por esa razón, desde este espacio, hacemos un llamado a un nuevo pacto social, un pacto cooperativo que una a la sociedad civil, al Estado y a las comunidades porque estamos convencidos de que solo así podremos desarmar los mecanismos del miedo y construir una paz duradera en todas sus acepciones.

Al mismo tiempo hacemos nuestras las palabras de la presidenta: “La paz no se construye con guerras, sino con justicia, desarrollo y respeto a la vida.” Las hacemos nuestras porque la paz verdadera no nace del miedo, sino del compromiso colectivo con la verdad, la memoria y la justicia social.

  • Luis Tovar
    Secretario General de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente, FUDEMAH

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