La publicación del libro Diario de una transición histórica no sólo constituye un ejercicio testimonial del paso entre dos gobiernos emanados de un mismo proyecto, es sobre todo, un documento verdaderamente político que revela una forma distinta de entender el poder y la militancia en el México contemporáneo. Su valor radica en que no se trata de un texto de autoelogio, sino de una crónica íntima donde Sheinbaum vuelve a las raíces de su trayectoria y reafirma una idea esencial: la transformación nacional no es obra de una cúpula, sino de una base social consciente.
Claudia Sheinbaum se presenta en su libro como la conocimos quienes nos ha tocado coincidir y discrepar en distintos momentos: una mujer formada en la lucha social, en la academia y en la gestión pública, pero sobre todo como parte del movimiento histórico al que pertenecemos varios de mi generación y que, en su caso, trascendió su propia figura hasta convertirse en presidenta.
Me resulta interesante que su relato no busque glorificar la llegada al poder a partir de la virtud propia y los largos andares, sino narrar el proceso humano y político que la condujo hasta él. En sus páginas, y esto es parte de lo más admirable para un servidor, la presidenta aparece como compañera militante antes que como funcionaria y se asume como parte de una historia colectiva que se construye desde abajo, aunque ahora a MORENA pareciera no importarle. Esta perspectiva la aleja del modelo tradicional del decimonónico político profesional, por eso, en las líneas de su libro, se refleja cómo la científica, la activista y la jefa de gobierno fueron encaminando sus acciones en torno a reivindicar una exigencia de toda la vida para aquellos que nos enfrentamos al PRI y al PAN: la verdadera autoridad nace de la congruencia en el actuar diario, de los principios y no del cargo como en las últimas décadas sucedió. El diario de una transición histórica es una muestra fiel de que Claudia Sheinbaum no proviene de las élites partidistas ni de las estructuras clientelares, sino de la base social que acompañó a López Obrador desde antes de los tiempos de la resistencia de la que formamos parte cuando el fraude de 2006.
Pero más allá del libro, sostengo que los primeros obligados a leerlo son precisamente los dirigentes morenistas, especialmente cuando ese partido se enfrenta al reto de institucionalizarse con todo y los intentos tribales de acabar con el espíritu popular; el libro de Sheinbaum, no sé si intencionalmente o no, (esperaría que fuera intencional) marca una distancia simbólica respecto a las élites internas del partido, por lo tanto, éste debería ser leído y releído hasta que les quede claro que la política no debe reducirse a la administración del poder, a los equilibrios de grupo o a los cargos heredados, sino asumirse por completo fiel al sentido de justicia social que dio origen al movimiento. Incluso, esas líneas deberían ser un ¡Ya basta! a los rostros burocráticos y negociadores del partido, a los pactos internos operados desde las cúpulas que han llevado a personajes impresentables a ocupar cargos; es hora de privilegiar la moral del proyecto más allá del propio partido.
- Luis Tovar
Secretario General de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente, FUDEMAH
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