No debemos sorprendernos cuando personajes como Lilly Téllez, Marko Cortés, Alejandro Moreno, Jesús Zambrano, Vicente Fox y demás fauna nociva a la política interior, ya no digamos Felipe Calderón, principal sospechoso de enjuagues con el narcotráfico por decirlo eufemísticamente y en el plano internacional impresentables como Marco Rubio, senador del partido republicano por el estado de Florida en los EUA arguyen e intrigan con supuestos vínculos entre el Presidente López Obrador y la delincuencia organizada señalando ya no como presunción sino como una acusación temeraria e injuriosa que pretende desacreditar la autoridad moral del primer mandatario mexicano y exhibirlo como el delincuente que ellos sí, llevan dentro, porque si de hechos y pruebas se trata, lo más evidente y las más contundentes se encuentran del lado de los que acusan. Ellos si tienen acreditado al menos en juzgados de materia criminal de la unión americana, bastantes señalamientos en grado de participación que al menos es cometida por omisión en la que incurrieron en el desempeño de sus funciones.
De todos ellos, es lógico que inviertan la culpabilidad y den patadas de ahogado y en su intento de salvar el pellejo, lancen a diestra y siniestra las falsas acusaciones que no tienen agarre ni sustento, pero que hacen y provocan simplemente evidenciar el nivel de desesperación en el que se encuentra la pálida oposición que no haya el modo de competirle al partido guinda.
De quien no podemos comprender tan desafortunadas declaraciones es de individuos como Porfirio Muñoz Ledo, político de vieja guardia y quien perfectamente conoce el perfil del ocupante de Palacio Nacional porque no en menos de una ocasión camino a su lado y es testigo de primera mano de los principios e ideología que practica el Presidente de la República. Lo llamativo aquí es como se aventura a golpear y adoptar el mismo discurso insidioso de la oposición.
En el caso del llamado líder moral de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano también resulta incomprensible las recientes declaraciones en el sentido que “no sabe que es la 4T” y como asiduo crítico al proyecto encabezado por López Obrador ha mantenido una postura que regatea el apoyo e incluso llega al grado de descalificarlo por supuestas “ocurrencias e improvisaciones”, pero se le olvida que su hijo Lázaro es jefe de asesores de la Presidencia.
Y es que a esto quiero referirme, precisamente al hecho que este “fuego amigo” o no tan amigo refleja una situación que deja evidenciado una de dos opciones: 1) que el Presidente Andrés Manuel es un demócrata comprobado; o 2) que el Presidente está cayendo en la autocomplacencia o el autoengaño que no va ser traicionado por los supuestos amigos porque es evidente que en el primer caso de estos antiguos integrantes de la corriente democrática del PRI con tanta historia contemporánea y vivencias conjuntas, tanto Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como Porfirio Muñoz Ledo cuentan cada uno con un respectivo hijo (sus juniors) que es funcionario federal, el primer caso, Lázaro Cárdenas Batel ex gobernador de Michoacán y quien ahora encabeza la asesoría presidencial; y en el segundo caso Porfirio Thierry Muñoz Ledo Chevannier, como diplomático en Canadá. Resulta necesario que el Presidente revise esas posiciones porque es un contrasentido que los contribuyentes y quienes pagamos el sueldo de servidores públicos tengamos al interior de la propia administración a quienes pueden resultar verdaderos caballos de Troya que implosionen y traicionen desde el interior del gobierno o cuando menos obtengan información que puedan ir a vender a los malquerientes.
Ya pasó en otros casos, ahí está Téllez o Urzúa. No lo permitamos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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