Diecinueve de septiembre

“Ya solo faltan el Grito, un temblorcito, el Día de Muertos, las mañanitas a la Virgen, la Navidad y el Año Nuevo”, dice con ironía la gente a unos días de conmemorar los dos terremotos sucedidos el mismo día, el 19 de septiembre, de 1985 y 2017. El humor negro aparece hasta en los momentos más terribles, si bien lo que nunca nos falta es la solidaridad. Más aún, los mexicanos no solo somos solidarios, sino que sabemos organizarnos y trabajar sin descanso si de salvar vidas o rescatar a compatriotas se trata. En México sabemos que somos polvo y que en polvo nos convertiremos, pues ese principio bíblico nos los repite la Tierra de cuando en cuando.

Esta fraternidad la acabamos de vivir con la lamentable explosión de una pipa en Iztapalapa, tragedia tras la cual decenas de héroes y heroínas anónimos se ocuparon de preparar y servir comida, o incluso ayudar a apagar los automotores incendiados.

Ahora que estamos próximos a honrar a las víctimas de los dos sismos del 19 de septiembre, conviene darnos un momento para reflexionar cómo hace 40 años, en 1985, los que habitamos la Ciudad de México e incluso el país no volvimos a ser los mismos. Ese día habría de nacer una nueva nación de la mano de su sociedad civil. Pero ojo: este movimiento naciente no tiene nada que ver con la autodeclarada “sociedad civil”, denominación que ahora la derecha mexicana, tan alicaída, nos ha secuestrado. En aquella, el joven estudiante, el empleado federal, la ama de casa, el obrero o las personas acomodadas integraron un solo frente de rescate. La otra “sociedad civil” no es más que un grupúsculo que se viste de rosa y está empecinado en echar para abajo al mejor gobierno que el país ha tenido en años.

No sin nosotros no es solo el título del libro de crónicas de Carlos Monsiváis. Es el lema de una sociedad civil que espontáneamente contravino las indicaciones del gobierno de Miguel de la Madrid, quien se quedó tan paralizado que incluso rechazó la ayuda extranjera. En ese ya lejano 1985, ante el colapso del gobierno, la sociedad civil se organizó de manera extraordinaria ante la negligencia de un presidente que advertía: “Pueden irse a sus casas. Ya los llamaremos si los necesitamos”. De la Madrid ocultó el número de fallecimientos, que se calcula fueron más de 20 mil personas.

Como el movimiento estudiantil de 1968, el movimiento surgido en ese 1985 definió un nuevo rumbo para el país. Por fin nos dispusimos a derrotar a la dictadura del PRIAN.

Conviene, por último, recordar las palabras de Carlos Monsiváis: “a lo largo de dos semanas, un millón de personas se afana en la creación de albergues, el aprovisionamiento de víveres y de ropa, la colecta de dinero, la localización de personas, el rescate de muertos y de atrapados entre los escombros, la organización del tránsito, la atención psicológica, la prevención de epidemias, el desalojo de las pirámides de cascajo, la demolición de ruinas que representan un peligro”. Poca cosa…

La respuesta que hemos tenido ante estos sismos y otros fenómenos naturales nos hace ver de qué madera estamos hechos. Sabiendo eso, pienso, es como pudimos tirar a la basura esa otra fatalidad, ese otro desastre llamado neoliberalismo.

Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *