¿Quién fue Salvador Allende?

El legado de un idealista

Por Ricardo Sevilla

La mañana del 11 de septiembre de 1973, los cielos de Santiago se abrieron no para una lluvia, sino para el estruendo de los aviones de combate Hawker Hunter que bombardeaban el Palacio de La Moneda. Adentro, un médico socialista, Salvador Allende Gossens, se negaba a rendirse.

Salvador Allende no fue un hombre de guerra, sino de ideas.

Allende, un médico que se hizo político a la manera de otros tantos escritores como Mariano Azuela o Jaime Sabines en México, creía en la justicia social y en que la riqueza de una nación debía ser para su gente.

Su gobierno, el de la Unidad Popular, fue un torbellino de cambios audaces.

La nacionalización del cobre, el “sueldo de Chile”, fue su obra maestra, un acto de soberanía que arrancó de manos extranjeras el mineral que fluía como sangre dorada por las venas de la cordillera.

Pero sus aportaciones no pararon ahí.

Salvador también se aceleró la reforma agraria, buscando devolver la tierra a quienes la trabajaban, rompiendo el yugo de los latifundios que habían dominado por siglos.

Allende era un soñador que creía en la palabra, en las urnas, en la fuerza de las ideas por encima de la de las armas.

Y justo por eso, su legado es tan importante: fue el primer presidente marxista del mundo en llegar al poder por la vía democrática, con el voto de un pueblo que creyó en su visión.

El golpe del nefasto Augusto Pinochet no solo derrocó a un presidente, sino que aniquiló la esperanza de toda una generación.

El adiós de la moneda

La moneda, herida de muerte por el fuego de los tanques, fue testigo del último acto de Allende.

No hubo un escape, no hubo un exilio. Solo la decisión final de un hombre que prefirió morir con sus ideales que vivir sin ellos. El disparo que puso fin a su vida marcó el fin de una era, pero su sacrificio se convirtió en un símbolo de la resistencia.

Un día como hoy, 11 de septiembre de 1973, las grandes alamedas de Chile no se abrieron, sino que se cerraron con un cerco de terror y dolor.

Pero las palabras de Allende, su sueño de un país más justo, quedaron sembradas como semillas en la memoria de un pueblo, esperando el día en que florecieran de nuevo. Su historia es un recordatorio de que la política puede ser un campo de batalla para las ideas, pero también un altar donde los líderes ofrendan su vida por lo que creen.

Allende fue un socialista comprometido con la democracia y se convirtió en el primer marxista en ser elegido presidente mediante el voto popular en una democracia liberal en América Latina.

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