Sin efectos secundario

La ancestral tradición de medicina herbolaria en México ha sobrevivido por siglos a todo tipo de embates y desprecios por parte de las instituciones de salud alópata. Incluso dichas entidades oficiales han tratado de desaparecer conocimientos tan valiosos como el de las parteras quienes fueron hasta prohibidas, tratadas como criminales y lanzadas a la clandestinidad.

En un México azotado por enfermedades mortales como el cáncer y en el que según datos del INEGI, en 2023 se registraron casi noventa y un mil defunciones debidas a tumores malignos, la solución la mayoría de las veces, no se ha encontrado en los protocolos de la medicina alópata. 

A lo largo de nuestra historia, ha habido notables curanderas y curanderos indígenas quienes han guardado y practicado la medicina herbolaria natural, tales como María Sabina chamana mazateca de Oaxaca conocida por su uso ritual de hongos alucinógenos; Bárbara Guerrero, conocida como Pachita chamana chihuahuense quien realizaba cirugías psíquicas y sanaciones; el Niño Fidencio curandero guanajuatense que hacía operaciones utilizando trozos de vidrio, sin anestesia y sin causar dolor alguno en sus pacientes; Don Lucio originario de Morelos, quien venía del linaje de los “Graniceros” o ritualistas del rayo; Don Iván Ramón chamán que permitía ser poseído por seres espirituales y dependiendo de sus diagnósticos elegía el tratamiento y los ingredientes a utilizar para la sanación, entrando en trance para curar como un médium; Espiridión Altamirano Lucas quien se hacía llamar Pilo y tenía una inclinación a curar y soñar pues sabía cantos de ceremonias antiguas y conjuros; María Matus, poderosa curandera yaqui de Sonora, reconocida por su profundo conocimiento de herbolaria y prácticas curativas tradicionales.

Es precisamente esta última quien dejó una huella imborrable en la medicina tradicional sonorense. Nacida en Casas Blancas Vícam, su fama trascendió México por sus habilidades curativas: desde pedir lluvia durante sequías hasta sanar enfermedades crónicas con plantas y prácticas ancestrales. 

Hoy por hoy esa tradición vive con fuerza en su sobrina, María Francisca Rosario Matus, mejor conocida como Doña Panchita, quien está a cargo del primer Consultorio Tradicional Indígena del país, ubicado en Vícam Switch, en Guaymas, Sonora dentro del sistema público IMSS Bienestar. El gobernador de este estado fronterizo Alfonso Durazo dijo la semana pasada que “este modelo pionero es una muestra de que la salud no es sólo atención médica, sino también respeto a la identidad cultural y a las raíces de los pueblos originarios, reconociendo de manera formal la medicina tradicional como parte del sistema público de salud.”

Doña Panchita, curandera y partera con más de quince años de servicio a su comunidad, heredera de los conocimientos de sus ancestras, ofrece limpias, infusiones y otros tratamientos propios de la tradición yaqui, ahora con regulación oficial que garantiza su seguridad y calidad. Todo ello aprobado por la COFEPRIS y dentro de un hospital recientemente inaugurado por la presidenta Claudia Sheinbaum, que requirió una inversión de 700 millones de pesos, con treinta camas, quirófano, cincuenta y seis médicos de diversas especialidades. La mayoría de los pacientes se atienden con un especialista y después buscan a doña Panchita para reforzar el tratamiento alópata con medicina tradicional ante cualquier dolencia, padecimiento o alumbramiento. En este espacio único, Doña Panchita atiende diariamente a más de veinte pacientes incluyendo mujeres embarazadas, niños y jornaleros. Ofreciendo tratamientos a base de hierbas medicinales como anís estrella, Batamote, Torote prieto y hoja de guayaba, así como técnicas tradicionales como masajes y limpias. 

Según el diario “La Crónica de Xalapa” María Francisca Rosario Matus Muñoz tenía nueve años cuando su tía María Matus y su madre le permitieron por primera vez involucrarse mientras atendían a algún paciente, con tratamientos que consistían en sobar, recibir masajes o consumir plantas endémicas del Valle del Yaqui, una región semidesértica caracterizada por estar entre la sierra del Bacatete y la costa del Mar de Cortés.

Doña Panchita contó “Aprendí a sanar de mi mamá y mi tía, de chiquita veía que llegaban los hombres a que los sobaran o las mujeres iban a dar a luz o llevaban a sus hijos para curarles, al principio no me dejaban ver, mucho menos que me involucrara, pero vivíamos en una casita, terminaba fijándome y viendo cómo hacían todo cuando sobaban o escuchando cómo preparar la medicina tradicional con las plantas que teníamos en el corral”. “Nosotras sanamos con medicina tradicional, no es un tema de energías, pero además del tratamiento con las plantas para nosotros es importante la fe, por eso tenemos presente a la Virgen de Guadalupe y al Sagrado Corazón de Jesús, y es importante que la gente crea en la medicina y el tratamiento que les ofrecemos”.

Algunas de las plantas medicinales entre las que creció doña Panchita son el guayabo, al que le atribuyen propiedades antibacterianas y antiinflamatorias; también la raíz de Barchata, de nombre científico Ziziphus obtusifolia, la cual los sanadores combinan con tratamientos oncológicos para combatir tumores cancerígenos.

Incluso Doña Panchita afirma que ha tratado con éxito a los adictos a drogas sintéticas con una mezcla de hojas de moras con tabaco, que ayuda a que poco a poco y con voluntad, quienes se someten a este tratamiento van dejando atrás las adicciones, aminorando los efectos del síndrome de abstinencia.

Otro de los retos para doña Panchita es la recolección de las plantas medicinales, ya que el Valle del Yaqui se extiende por más de 75 mil kilómetros y las plantas endémicas han sido desplazadas por extensos campos de cultivos y zonas donde pastorea el ganado. Lo bueno es que en la geografía del Pueblo Originario Yoreme todavía hay un valle agrícola, desierto, sierra y zona costera junto al Mar de Cortés, uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta. Pero Doña Panchita es previsora y práctica ya que en el patio de su casa, tiene todo un jardín botánico de medicina tradicional con especies como el guayabo o el Tabachín de la sierra, una flor que utiliza para tratar infecciones en los riñones, diabetes e hipertensión.

Nuestro bello país es rico en conocimientos herbolarios que han probado una y otra vez ser eficientes sin los efectos secundarios de la alopatía. Imagine querido lector tan sólo en la Nación Yaqui que está compuesta por ocho pueblos divididos en dos municipios que son Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vicam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem hay al menos doce sanadores, quienes actualmente brindan su servicio sin cobrar un quinto, salvo en aquellos casos donde el paciente decide dejar alguna propina o recompensa al sanador o partero que los atiende. ¿Habrá una riqueza más valiosa que la de la salud y la de médicos que curan sin cobrar y sin químicos con tantos efectos secundarios?

Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *