Hace un par de años, el presidente López Obrador denunció injerencismo de la USAID y acusó inacción de la embajada de Estados Unidos en México. Concretamente, mostró recibos de transferencias a medios golpistas como Latinus de Madrazo y Loret de Mola; y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, de Claudio X. También, se sabía ya que el turismo de guerra en Ucrania que hizo la informante de la CIA y odiadora a tiempo completo de la 4T, Denisse Dresser, había sido pagado por una organización adscrita a la USAID. En México, afortunadamente ya teníamos un poco de idea de qué era la USAID y a qué intereses servía, pero no todo el mundo.
El escándalo sale cuando el gerente de recortes presupuestales del gobierno estadounidense, Elon Musk, decide abrir la caja de pandora de la USAID y se da cuenta que había corrupción y opacidad al estilo de un gobierno tercermundista. Es de tal magnitud el desfalco y perversas las intenciones en una supuesta organización de ayuda humanitaria que, en vez de desaparecerla, que sería lo obvio, deciden delegar provisionalmente al halcón Marco Rubio su gestión para decidir qué hacer al respecto antes de que explote la bomba mediática y dañe más a un ya desprestigiado gobierno gringo.
La USAID y su dinero sucio hacían pensar que representaban el periodismo libre e independiente. Nada más lejos de la realidad. La USAID sigue siendo una de las formas de presión de organismos supranacionales que impidieron la llegada de gobiernos populares y colocar títeres neoliberales al estilo Milei o Noboa, dóciles al imperio y destructores de lo público.
La USAID, en países occidentales, opera al margen de congresos y gobiernos democrática y legítimamente electos, y su supuesta labor humanitaria era realmente un caballo de troya para que servicios de inteligencia en colaboración con determinadas ONGs como la Open Society de Soros haga atrocidades de diverso tipo. Desde experimentos humanos y hasta tráfico de migrantes, la USAID financió cualquier barbaridad en países del tercer mundo con el pretexto del periodismo libre y la ayuda humanitaria.
El partido demócrata de Estados Unidos promovió su agenda a través de la USAID. El feminismo ramplón, la ideología de género llevada al extremo y el globalismo destructor de sociedades son los claros y grandes ejemplos de ingeniería social en países Occidentales, y cuyo objetivo real siempre fue favorecer al capital, poniendo al centro de las agendas de izquierda estos temas y relegando a un segundo plano los derechos de los trabajadores, la defensa de la soberanía nacional y el valor de la familia como base de cualquier sociedad. También sirvió para presionar a países africanos para que aplicaran sanciones contra Rusia a cambio de supuesta ayuda humanitaria y, sobre todo, para blanquear a la OTAN en sus intenciones expansionistas, cuya real intención era rodear a Rusia para someterla. Otro uso no menos perverso fue blanquear cantidades ingentes de dinero de actividades ilícitas porque quién iba a dudar de una ONG y el buenondismo de la progresía mediática y sus sicarios que nunca iban a investigar a sus propios financiadores.
La lección debe ser aprendida: no se debe permitir nunca más que organismos como la USAID, con la careta de ayuda humanitaria o periodismo independiente entre a operar a Estados soberanos, y si lo hacen porque Estados Unidos lo impone, siempre se debe denunciar cuáles son sus intenciones e informar a la sociedad permanentemente, como lo hizo el presidente López Obrador. Es la única vacuna para el injerencismo disfrazado de periodismo.
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