Hace un año, el 5 de febrero de 2024, con la precisión de un reloj que pudiera adelantarse al futuro, Andrés Manuel López Obrador asestó una estocada decisiva ideológico- político al bloque conservador neoporfirista. Si los políticos del PRIAN ya estaban de por sí arrinconados y contra las cuerdas a unos meses del proceso electoral de 2024 -con el anuncio al futuro que hizo el ajedrecista AMLO-, terminaron en el suelo.
El conjunto de reformas a la Constitución presentado por el Presidente de México a la opinión pública y enviado al Congreso de la Unión justo aquel 5 de febrero -fecha emblemática que nos remite a la remembranza de que nuestra Carta Magna no es una concesión graciosa de oligarcas, sino el resultado de un proceso popular revolucionario iniciado el 20 de noviembre de 1910-, se convirtió un golpe político demoledor para los personeros de la politiquería, que pensaban que con la vieja guerra sucia mediática iban a lograr restaurar el régimen neoliberal.
A la postre, ese paquete conocido como “Plan C” fue el corazón de las campañas electorales del partido- movimiento y se logró que socialmente se difundieran y argumentaran las propuestas del presidente, -en las plazas públicas, casa por casa, en las calles-, y se desplegará su esencia: establecer y recuperar derechos constitucionales para un Estado de Bienestar a favor del pueblo, -y devolver bajo esta perspectiva- a la mutilada Constitución de 1917 su carácter público, social y humanista.
Porque recuperar la esencia de la Constitución de 1917 ha sido un punto medular en la disputa del proyecto de Nación emanado del humanismo mexicano, frente al proyecto depredador del neoliberalismo; no olvidemos que dos tercios del total de las reformas que ha tenido la Carta Magna, es decir el 66%, ocurrió precisamente entre 1982 y 2018, los sexenios de la larga noche neoliberal. Se trató de un total de 494 modificaciones que incluyeron aspectos fundamentales para el interés nacional, como el de la educación, la tenencia de la tierra, los recursos del subsuelo, las condiciones de trabajo, los derechos humanos, los derechos de los pueblos indígenas, el Poder Judicial, entre otros.
El humanismo mexicano se concibe como la síntesis de las tres grandes transformaciones de la vida pública de México, para la construcción colectiva de la Cuarta Transformación, se trata de poner en el centro los derechos sociales, ante la visión de los tecnócratas que durante 40 años se dedicaron a saquear al país teniendo como ruta las llamadas privatizaciones a través de las contrarreformas a nuestra Constitución.
El fetiche de los tecnócratas fue el culto al supuesto “crecimiento económico” y para ello vender, regalar y “privatizar” los bienes de la Nación y del pueblo fueron el elemento base del neoliberalismo y su cimiento ideológico. Para tales fines, el salinismo efectuó reformas a la Constitución de 1917, a los artículos 3°, 5°, 27°, 31°, 82° y 130°. Los principios básicos de la doctrina neoliberal aplicados en aquellos años en México hicieron necesario adecuar el marco jurídico desde el abyecto poder legislativo, con ello se desmanteló la educación, el ejido, y la seguridad social.
Desplegado esencialmente por Salinas, el proceso de privatizaciones en México tuvo cuatro etapas: en la inicial, de 1984 a 1988, se realizó la privatización de varias empresas de diversa índole y actividad; en la segunda, de 1988 a 1999, se realizó la privatización a fondo de varios sectores, como los de siderurgia, banca y teléfonos; en la tercera, de 1995 a 2000, se profundizó aún más el proceso y se realizaron cambios constitucionales para vender los ferrocarriles y la comunicación vía satélite. En la cuarta etapa entre 2000 y 2012 lograron privatizar la industria energética.
De 1982 a 2018 pasaron a manos privadas nacionales o extranjeras, entre otras: bancos, industria azucarera, industria siderúrgica, fertilizantes, teléfonos, ferrocarriles, aeropuertos, líneas aéreas, petroquímica, petróleo, electricidad, grandes extensiones de tierras ejidales, playas.
Por ello, el paquete de reformas de AMLO que emergió como respuesta a las contrarreformas neoliberales, no solo fue un asunto que demolió el hueco discurso de las promesas de la reacción, engañosamente presentado desde el marketing político-; sino fue una apuesta mucho mayor, se trató de restablecer el Estado de Bienestar con enfoque de Derechos, que había sido ya desmantelado y que costó vidas, de aquellos hombres revolucionarios y visionarios -que con profundo amor al pueblo y la Patria-, protagonizaron la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur, y otros colectivos revolucionarios de 1910.
La revolución social se reinsertó en la historia, esta vez de manera pacífica y con un ajedrecista político que les ganó de todas, todas. Pero esta gesta tampoco hubiera sido posible sin la firme decisión de dar continuidad y profundizar el humanismo mexicano, de quien recibió el bastón de mando del México profundo y fue electa la primera mujer Presidenta de México, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, quien se ha empeñado desde el detalle a construir y consolidar el Plan C.
El 5 de febrero de 2024 la Reforma Judicial al corrompido poder judicial era un anhelo popular, una demanda legítima y sentida. Hoy es una realidad, el 1° de junio próximo, como en los tiempos de Benito Juárez, se elegirán magistrados con el voto directo del pueblo.
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