Quienes son indiferentes a la política consideran que esa actitud les otorga inmunidad, incluso blindaje sobre las repercusiones de las decisiones del gobierno o la influencia, cada vez más débil, de la oposición.
Al margen de victorias o derrotas ideológicas o partidistas, los que cierran su percepción a la práctica política son identificados plenamente, definidos y anda tienen que ver con el impulso a la evolución ni del país ni de la especie porque el ser humano es político por naturaleza.
La participación ciudadana movió una parte muy pequeña de un segmento de la población que se le bautizó como marea rosa, sin identidad y con la única consigna de criticar al gobierno unida por la ideología del odio. La marea era un grupo de ciudadanos con ideologías amorfas, sin identidad, pero con una gran preocupación por el futuro, producto de la manipulación mediática, que impulsa su efímera participación.
Su indiferencia tiene una larga trayectoria entre los usos y costumbres de la clase media, que recomendaba que a las universidades sólo se va a estudiar y no a andar de “revoltosos”, los que niegan cualquier participación política no por convicción sin bases sino por miedo.
En el mundo hay quienes están descontentos con toda clase de política, la consideran un juego sucio, una manera extravagante de hacer caminar los gobiernos y un mal que podría erradicarse si el gobierno sólo administra las decisiones de otros, quienes, al no pertenecer a la política deberían tener una representación forzosa y eso ya ocupa el campo de la política pero algunos no lo entienden así y en esta práctica todo negro.
Consideran que al no establecer contacto con el ejercicio político pueden estar al margen de sus consecuencias. Un estado de sitio no distingue religiones ni credos ni corrientes políticas, apolíticas o antipolíticas. Esta indiferencia favorece a algunos sectores de la política indiscutiblemente.
El alejamiento de esta actividad inicia por el descontento que ocasionan sus ejecutantes en el ejercicio de su labor. No hay acto del ser humano que no sea político y el divorcio entre el individuo y la política le resta legitimidad al poder, al gobierno, al Estado y a la democracia.
Así, los indiferentes a la democracia no creen que las cosas cambien, su individualismo exacerbado les obliga a pensar que al alejarse de la política se blindan de sus efectos, que a priori consideran negativos. Es decir, nada que sea producto de la política puede beneficiar al ser humano, lo cual parecería una consigna anarquista o de un origen más elaborado, pero los que se alejan de esta práctica voluntariamente lo hacen desde una situación de ignorancia.
La indiferencia hacia la política les evita pensar como parte de la sociedad, su alejamiento de una actividad que involucra a todos fortalece un individualismo que termina por diluirse en la sociedad a final de cuentas.
La posición de quienes critican la existencia de la política mantienen una vida convencional, previsible, rutinaria. Para ellos los caminos andados son más seguros ante la molestia de hacer camino al andar.
La indiferencia, el aislamiento de las ideas sociales conducen a una manera fría de existir, alejados del calor de la muchedumbre, la política resulta para algunos algo que debe exterminarse. Algo antinatura.
En la indiferencia política siempre existe un poder oculto, no porque sea anormal o común, le hecho es que es producto de una visión manipulada de la realidad, en la que incurren diariamente los medios convencionales en todo el mundo.
La indiferencia es respuesta a un estímulo original que tiene que ver con la idea de sentirse desplazado, en este caso marginado de las sociales de los políticos, a quienes atribuyen los desprecian. Incluso por herencia, el desapego a la política se convierte en un arma de la disidencia que sólo aporta beneficios a la oposición, sin importar el color de sus banderas.
La oposición asegura que los indiferentes les pertenecen, que están en esa posición ante el temor de ser reprimidos, como ocurría cuando la., ahora oposición, gobernaba. Los perdedores anuncian que pronto más de 60 millones de mexicanos, quienes no votaron por Morena, estarán en los partidos de oposición y vencerán de manera aplastante. La indiferencia no sólo es producto de la fantasía de los ciudadanos no que impulsa otras fantasías para los legos en la política.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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