De entre todas las obras propagandísticas que han visto mis ojos, y miren que fui orgulloso testigo de la aplastante y poética frase “everyone can change!” (Todos pueden cambiar), refiriéndose a una URSS que en los años ochenta representaba una amenaza política e ideológica para el “mundo occidental” (entiéndase el American Way of Life), encarnada por el gigante inhumano Ivan Drago y su oponente Rocky Balboa en Rocky IV, definitivamente Doctor Strange – Multiverso de la Locura, debe ostentar un lugar honorífico dentro de las historias más manchadas por propaganda y valores impuestos por los lobbies e ideologías hegemónicas de la última década.
Basta con abrir un poco los ojos y oídos para darse cuenta de la descarada asignación de arquetipos y símbolos a personajes que han sido puestos en la narrativa, para encarnar los “valores” recién comprados de una potencia hegemónica que se rehúsa a reconocer su decadencia cultural y se retuerce desesperadamente buscando una identidad que sus propios pecados históricos le han arrancado.
Nuestra inteligencia no podría sentirse más ofendida cuando vemos aparecer al personaje clave de esta entrega, que resulta ser (para sorpresa de absolutamente nadie) una adolescente latina que en un muy “mocho” español, balbucea hasta un quasi gracioso ¡wey!, pero por si esto fuera poco evidente, además de su ya vulnerable condición, es huérfana de una pareja lésbica, aunque lo que realmente nos llama a encender todas las alarmas de nuestro propio multiverso de la estulticia, es el nombre de la chica: América…
Apreciado lector, pareciera hasta aquí que todo será bastante obvio, sin embargo, ni al director Sam Reimi, ni al estudio le pareció que el público tuviera suficiente con las ya elementales referencias, pues descaradamente nos receta líneas de diálogo que rezan que “América es extremadamente poderosa”, que además su enorme poder consiste en abrir puertas hacia cualquier realidad imaginable y que el objeto de deseo de la villana (no se desesperen, estamos por llegar ahí y les va a encantar) es arrebatarle ese inmenso poder.
América además y por razones desconocidas, usa una chamarra de mezclilla sin pena ni gloria, a no ser por la enorme estrella estampada en la parte trasera (perteneciente al uniforme del Capitán América, un vengador caucásico y fuerte, que al parecer ya no es vigente, ni políticamente aceptado para representar a la sociedad norteamericana) y los parches de la bandera del arcoiris al frente, complementados con el lema pintado en español “el amor es amor”.
El conflicto es también una verdadera joya de la propaganda más actual, pues la villana resulta ser una bruja, que además de ser escarlata y siempre habitar entre ambientes extremadamente ROJOS, tiene apellido Maximoff… ¡vaya! Otra sorpresa.
Dicha villana vive en una realidad ficticia elaborada por su propio poder ilusionista, una vida perfecta en la que posee todo aquello que desea y en la que, la única manera de conservarlo es -adivinen-, arrebatándole todo su poder a América.
No es broma, querido lector, he sido totalmente fiel en describir lo que acabo de presenciar y te aseguro que, si tus capacidades de sospechar de todo aquello que pasó de ser un producto infantil y ahora aglutina multitudes de treinta años hacia arriba fallan, permíteme tranquilizarte, que la ayuda didáctica se hace presente y escucharás diálogos tan interesantes como “no podemos permitir que a América le quiten su poder”, “lo que quiere (la bruja roja) es quitarle todo su poder” (a América) y muchos otros igual de interesantes y crípticos.
En fin que, la mencionada película resultó ser verdaderamente divertida, rayando en la farsa y la comedia involuntaria, enarbolando lo peor del lavado político de cara y manos, que es cada vez más evidente en estas piezas de la decadente industria de Hollywood, además de ofrecernos un burdo intento de lavado de cerebro exprés, al pretender adoctrinar al público con mensajes cada vez más torpes sobre todos aquellos temas que un sector de la sociedad aún no entiende y menos atina a encontrar una manera adecuada de manejar, más que convirtiéndolos en cultura chatarra de fácil consumo, pero pésimo aprovechamiento.
Da Capo: Un universo de héroes sin debilidades, los convierte en los héroes más débiles de todos, pues mientras nada puede dañarlos, resulta que, en cualquier momento, cualquier cosa puede exterminarlos.
- Orion Belt, músico, compositor y observador profesional.
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