En el turbulento escenario político mexicano, hemos sido testigos de cómo se tuercen las narrativas para desacreditar al adversario, aun cuando las acciones propias contradicen las acusaciones lanzadas. El refrán “El león piensa que todos son de su condición” nunca ha sido más apropiado para describir la situación actual.
La historia de México está marcada por períodos de autoritarismo, desde la prolongada dictadura de Porfirio Díaz hasta el “autoritarismo civil” del PRI durante gran parte del siglo XX. Aunque hemos avanzado hacia un sistema más democrático, las sombras de estas épocas aún se proyectan sobre nuestra política contemporánea.
En la actualidad, las tendencias autoritarias en México no se manifiestan necesariamente en forma de dictaduras abiertas, sino en prácticas más sutiles, pero igualmente perniciosas.
Durante años, Andrés Manuel López Obrador, ha sido acusado, sin fundamento, de tener intenciones dictatoriales y de buscar perpetuarse en el poder. Sin embargo, estas afirmaciones no podrían estar más alejadas de la realidad, los hechos han sido testigos de ello.
Lo verdaderamente irónico de esta situación es que quienes se han encargado de propagar estas acusaciones son precisamente aquellos que están buscando aferrarse a sus propios cargos. El caso más notorio es el de Alejandro Moreno, líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Moreno, quien ha estado al frente del PRI desde 2019, ha manifestado su intención de buscar la reelección como presidente del partido. Esta acción pone en evidencia una doble moral: por un lado, acusa al presidente de la república de querer perpetuarse en el poder, mientras que, por otro, él mismo busca extender su mandato al frente de su partido.
Es importante recordar que López Obrador ha sido un férreo defensor del principio de no reelección, uno de los pilares fundamentales de la democracia mexicana desde la Revolución. Respetando así el marco constitucional y la tradición política del país.
En contraste, figuras como Alejandro Moreno parecen estar más preocupadas por mantener sus posiciones de poder dentro de sus organizaciones políticas que por contribuir a la consolidación de una democracia sana y alternante en México.
Desde su llegada a la presidencia del PRI, Alito Moreno, como tambien se le conoce, se ha encargado de manipular las decisiones internas de su partido y de silenciar a las voces disidentes; se le atribuyen tácticas cuestionables para mantener el control de su instituto político.
La contradicción en el comportamiento de Moreno se hace aún más evidente cuando examinamos su retórica pública frente a sus acciones internas. Cabe recordar que Moreno ha sido un duro crítico del Presidente Andrés Manuel López Obrador, particularmente por la tendencia del mandatario a culpar reiteradamente a los gobiernos del “viejo régimen” por los problemas que aquejan al país.
Sin embargo, en una muestra de hipocresía política, Moreno no duda en emplear exactamente la misma táctica dentro de su propio partido. Cuando se enfrenta a críticas internas o cuestionamientos sobre su liderazgo, recurre a una narrativa similar, culpando a los “dinosaurios del partido” por los problemas del PRI. Esta inconsistencia entre su crítica pública y su comportamiento interno no solo socava su credibilidad personal, sino que también debilita la posición del PRI como una alternativa política seria y coherente.
Esta doble moral de Moreno Cárdenas ilustra perfectamente cómo los líderes políticos a menudo adoptan posturas públicas que contradicen directamente sus acciones privadas. Critican en otros lados tácticas que ellos emplean cuando les conviene, revelando una preocupante falta de principios y una disposición a adaptar su discurso según las circunstancias políticas del momento.
Esta situación nos invita a reflexionar sobre la calidad del debate político en nuestro país. Se ha dejado de lado el debate de altura para concentrarse en acusaciones infundadas y retórica vacía.
Es momento que la clase política mexicana – especialmente aquellos en la oposición, se enfoque en presentar propuestas concretas y en ejercer una crítica constructiva- en lugar de recurrir a tácticas de desprestigio que solo polarizan a la sociedad.
La verdadera fortaleza de un líder no radica en su capacidad de aferrarse a un cargo, sino en su habilidad para formar nuevos liderazgos y respetar los principios democráticos que juraron defender.
Bajo este escenario, es impostergable que los líderes políticos sean llamados a rendir cuentas por la coherencia entre su discurso público y sus acciones internas. Las críticas de Alito Moreno pierden toda legitimidad cuando él mismo recurre a tácticas cuestionables e inmorales dentro de su partido. Este tipo de inconsistencias deben ser señaladas y rechazadas por una ciudadanía informada y crítica, que exija a sus líderes un comportamiento ético y congruente tanto en público como en privado.
LOS ENGRANES
ENGRANE #1.- Los veracruzanos respaldan a Luisa María Alcalde para encabezar las riendas de morena a nivel nacional.
ENGRANE #2.- Frente común contra los ataques que provienen de personajes políticos del extranjero. “Diálogo, pero no sumisión”.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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