Se gobierna de acuerdo a la realidad del país, la cual cambia todos los días. Sólo los conservadores consideran un país inmóvil sin vida y a veces muerto. Así fue gobernado México como una masa morfa sin pensamiento ni ideas propias, por eso perdieron el poder. Los de derecha se refugia en sus rutinas que les da certeza, seguridad, e identidad. Nada nuevo es bueno, por eso son conservadores y para ellos el país de hoy es el mismo de hace 50 años.
Tal vez por esa manera tan peculiar de ver el mundo sin girar, considera la oposición que el gobierno de Claudia Sheinbaum, se hará lo mismo que en el de López Obrador, como ellos lo hicieron por muchos sexenios, por eso la palabra continuidad la tienen obsesivamente en su discurso inexplicablemente.
Lo mismo gobernó Díaz Ordaz que Echeverría, los pocos cambios que habían eran para beneficiar a los empresarios, como el caso Fobaproa, o a los propios funcionarios públicos, quienes se adueñaron del tráfico de medicamentos. Los avances consistían en sofisticar los aparatos de represión y los castigos a la disidencia, que siempre crecía sin que ellos lo advirtieran.
Con esta huella imborrable de su mediocre actividad adjudican una continuidad que simplemente no existe y, lo que es peor, le temen. El estilo de gobierno lo marca la realidad y no programas previos que deben embonar en una realidad imaginada.
En esa inercia se basan para decir que el próximo sexenio será la continuidad del presente y que la próxima Presidenta acatará las órdenes del actual mandatario, porque además nadie cree en el retiro definitivo de López Obrador, no entienden que el país cambia y con éste sus políticos.
A los políticos del pasado el poder les llegó como regalo e hicieron de la improvisación su forma de gobierno y esta ignorancia sobre sus tareas los obligaron a repetir esquemas y reiterar discursos que todavía pronuncian y que no dejan de advertir claramente la vejez de sus ideas.
Atribuir continuidad sólo porque ellos la practicaron es un problema de miopía política que muestra la manera de realizar el ejercicio político y administrativo de un grupo que nunca dejó el poder en 100 años. Pensar en continuidad desde la oposición significa anularse como grupo disidente, y anuncia que ellos seguirán con esa aburrida continuidad de preferir el insulto y la descalificación al debate parlamentario.
A juzgar por sus candidatas plurinominales al Senado, para ellos sí habrá continuidad, porque están acostumbrados a caminos allanados por la corrupción del pasado, a caminar sobre seguro para rescatar sus privilegios y consideran que es la mejor forma de lograrlo, quedándose cada día más atrás de todos, de la sociedad y del gobierno.
La oposición no resiste un sexenio más con la misma conducta altanera, la población percibirá falta de argumentos, proyectos, programas e inteligencia y les dará la espalda. De hecho, no hay partido político dentro de la alianza opositora que no corra el riesgo de perder su registro en algunos estados.
La pobre cultura política de la oposición, demostrada en los últimos cinco años, sólo puede ofrecerle la continuidad para sobrevivir. Es decir, la estridencia como identidad y la vacuidad como propuesta.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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