Con la precisión y detalle de un viejo reloj ferrocarrilero Andrés Manuel López Obrador ha asestado un tremendo nocaut al de por sí moribundo bloque conservador neoporfirista, si los de PRIAN ya estaban de por sí arrinconados contra las cuerdas ante el proceso de 2024, ahora están en el suelo.
El anuncio de reformas a la Constitución presentado por el Presidente de México a la opinión pública y enviado al Congreso de la Unión justo el 5 de febrero -fecha emblemática que remite a la remembranza de que nuestra Carta Magna no es una concesión graciosa de oligarcas, sino el resultado de un proceso popular revolucionario-, ha sido un golpe político demoledor para los personeros de la politiquería, que pensaban que con engaños de campaña iban a lograr restaurar el antiguo régimen neoliberal.
Mientras las plumas pagadas y los levantacejas al servicio de Claudio X. González siguen buscando -desde los despachos de Latinus en Miami- mentiras y noticias falsas para alimentar la guerra sucia y la infodemia -en una estrategia que por burda y falaz les ha sido siempre contraproducente-, pero que inútilmente han seguido todo el sexenio y así seguirán; en el movimiento de la Cuarta Transformación se difundirán y argumentarán las propuestas del presidente, -en las plazas públicas, casa por casa, en las calles-, y se desplegará su esencia, que significa: establecer y recuperar derechos constitucionales para un Estado de Bienestar a favor del pueblo, -y devolver bajo esta perspectiva- a la Constitución de 1917 su carácter público, social y humanista.
Porque recuperar la esencia de la Constitución de 1917 es un punto medular en la disputa del proyecto de Nación emanado del humanismo mexicano, frente al proyecto depredador del neoliberalismo; no olvidemos que dos tercios del total de las reformas que ha sufrido la Carta Magna, o el 66%, ocurrió precisamente entre 1982 y 2018, los sexenios de la larga noche neoliberal. Se trató de un total de 494 modificaciones que incluyeron aspectos fundamentales para el interés nacional, como el de la educación, la tenencia de la tierra, los recursos del subsuelo, las condiciones de trabajo, los derechos humanos, los derechos de los pueblos indígenas, el Poder Judicial, entre otros.
El humanismo mexicano se concibe como la síntesis de las tres grandes transformaciones de la vida pública de México, para la construcción colectiva de la Cuarta Transformación, se trata de poner en el centro los derechos sociales, ante la visión de los tecnócratas que durante 40 años se dedicaron a saquear al país teniendo como ruta las llamadas privatizaciones a través de las contrarreformas a nuestra Constitución.
Las políticas neoliberales se consolidaron con Carlos Salinas, quien adoptó las medidas del “Consenso de Washington de 1989”, que implicaron privatizar los recursos naturales de la Nación y las industrias estatales, y liberar la inversión extranjera directa.
El fetiche de los tecnócratas fue el culto al supuesto “crecimiento económico” y para ello vender, regalar y “privatizar” los bienes de la Nación y del pueblo fueron el elemento base del neoliberalismo y su cimiento ideológico. Para tales fines, el salinismo efectuó reformas a la Constitución de 1917, a los artículos 3°, 5°, 27°, 31°, 82° y 130°. Los principios básicos de la doctrina neoliberal aplicados en aquellos años en México hicieron necesario adecuar el marco jurídico desde el abyecto poder legislativo, con ello se desmanteló la educación, el ejido, y la seguridad social.
Desplegado esencialmente por Salinas, el proceso de privatizaciones en México tuvo cuatro etapas: en la inicial, de 1984 a 1988, se realizó la privatización de varias empresas de diversa índole y actividad; en la segunda, de 1988 a 1999, se realizó la privatización a fondo de varios sectores, como los de siderurgia, banca y teléfonos; en la tercera, de 1995 a 2000, se profundizó aún más el proceso y se realizaron cambios constitucionales para vender los ferrocarriles y la comunicación vía satélite. En la cuarta etapa entre 2000 y 2012 lograron privatizar la industria energética.
De 1982 a 2018 pasaron a manos privadas nacionales o extranjeras, entre otras: bancos, industria azucarera, industria siderúrgica, fertilizantes, teléfonos, ferrocarriles, aeropuertos, líneas aéreas, petroquímica, petróleo, electricidad, grandes extensiones de tierras ejidales, playas.
Por ello, el paquete de reformas de AMLO que emerge como respuesta a las contrarreformas neoliberales, no solo es un asunto que demolerá el hueco discurso de campaña de las promesas de la reacción engañosamente presentado a favor de la gente -con las conocidas trampas del marketing político-; es una apuesta mucho mayor, se trata de restablecer el Estado de Bienestar con enfoque de Derechos, que había sido ya desmantelado y que costó vidas, de aquellos hombres revolucionarios y visionarios -que con profundo amor al pueblo y la Patria-, protagonizaron la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur, y otros colectivos revolucionarios de 1910.
La revolución social se vuelve a insertar en la historia, esta vez de manera pacífica y con un ajedrecista político que les ha ganado de todas: todas.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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