En la primera conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, presenta la nueva imagen del Gobierno de México en la que se puede ver a Francisco Villa, con la leyenda “2023 Año de Francisco Villa” y será utilizada por toda la Administración Pública Federal. ¿Por qué conmemorar al llamado Centauro del Norte en el quinto año de gobierno del presidente López Obrador? Porqué el próximo 20 de julio se cumplen 100 años de su muerte. De la misma forma que se conmemoro la muerte de Ricardo Flores Magón en el 2022, en el 2021 con la consumación de la independencia de México, el 2020 con Leona Vicario y en el 2019 con Emiliano Zapata.
En 1910, Francisco I. Madero lideró una lucha revolucionaria contra la dictadura del general Porfirio Díaz que culminó con la batalla de Ciudad Juárez y la caída del dictador. Una vez que Madero fue elegido presidente tras la renuncia de Díaz, la oligarquía porfiriana, integrada por militares, reaccionarios, científicos iniciaron la contrarrevolución contra el Apóstol de la Democracia, organizando a la prensa y a la caricatura para embestir mediáticamente la figura de Madero. Pero fueron los militares porfiristas quienes darían la estocada final con el asesinato de Madero y el vicepresidente José María Pino Suarez en febrero de 1913 y subió a Victoriano Huerta al poder. El doble magnicidio causó indignación en el país y desencadenó la etapa más violenta de la revolución. En el norte del país, se alzaron nuevas rebeliones en contra del régimen de Huerta en dos ejes (norte y sur) y sus líderes tenían similitudes y diferencias. Estos eran Emiliano Zapata en el sur; y en el norte con Venustiano Carranza y Francisco Villa.
En Chihuahua, Abraham González había encabezado rebeliones armadas contra la dictadura de Porfirio Díaz. Pero el más relevante en la lucha revolucionaria fue Francisco Villa, llamado también “el Centauro del Norte” o “el Robín Hood mexicano”. Su verdadero nombre era Doroteo Arango y había nacido en la Hacienda Río Grande, en Durango. Él era un coronel de irregulares maderistas, ex-bandolero, peón de hacienda, arriero y minero. A pesar de su analfabetismo, era muy inteligente, desconfiado y con una popularidad muy grande, que en un mes formó un ejército con el cual arrojaría a las guarniciones federales de todo el estado de Chihuahua. Sus tropas salieron de una gran parte de la Laguna (lugar de donde llegó mucha gente de todo el país sin intereses definidos de clase). Fueron conocidos como la División del Norte, el cual contaba con más de 50 000 hombres, compuesta por artesanos, obreros, pequeños comerciantes, empleados humildes, rancheros, mineros, peones, vaqueros, arrieros, bandidos, etc. Los villistas se organizaron en un principio en caballerías ligeras, móviles y fluidas y se armaron gracias a las ganancias obtenidas del ganado expropiado, los saqueos y los botines de guerra. Para finales de 1913 e inicios de 1914, tras una larga y sangrienta guerra regional, toma Torreón, libera Ciudad Juárez en una brillante operación conocida como el ataque del “tren fantasma” termina ocupando la capital de Chihuahua, formando un gobierno regional, que llama la atención de la prensa estadounidense. En particular el caso de John Reed, quien escribiría México Insurgente, una de las mejores narraciones de la Revolución mexicana y una historia que convertiría a Reed en un periodista enamorado de los peones mexicano, publicado en julio de 1914.
Volviendo al presente, hay que preguntarnos ¿Por qué reivindicar la figura de Villa en la historia de México como el revolucionario del pueblo? En un conversatorio con la Dra. Cristina Gómez Álvarez, historiadora y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en el programa el Chamuco Tv, menciona que tras la caída del muro de Berlín y la caída del socialismo en 1989, con la publicación del libro El fin de la historia y el último hombre por Francis Fukuyama en la que expuso que el pensamiento crítico, marxista y la concepción materialista de la historia no existe. De modo que se inició una nueva historiografía, es decir, una nueva forma de analizar e interpretar la historia, con una visión neoliberal centrada en lo político, omitiendo los factores de orden económico y social. Desde el inicio del modelo económico neoliberal con Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos, el conservadurismo ha ido imponiéndose en el mundo con un individualismo radical, la feroz competencia, el miedo a las movilizaciones, a la libertad y a la igualdad social. Concretamente, la historia estuvo acotada por este modelo neoliberal, que fue insertándose en la historiografía mexicana, hasta volverse hegemónica en los centros de educación superior, elaborando una reinterpretación histórica excluyendo la palabra revolución.
Cuando llega el presidente López Obrador, derrumbó la mentalidad neoliberal y esta concepción de independencia y revolución en la academia. Porque todos los días contribuye a la formación de la conciencia histórica con las conferencias matutinas. Pongamos el caso del libro Historia del pueblo mexicano, editado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México (INEHRM), cuyo enfoque está dirigido al análisis de las transformaciones sociales de la Independencia, la Reforma, la Revolución y los movimientos del siglo XX.
Para terminar, es importante reivindicar la figura de Francisco Villa, no solo porque es el centenario de su muerte, sino porque es necesario romper el paradigma de la historiografía neoliberal en la academia. Se tiene que volver a leer los libros de México Insurgente de John Reed, la biografía narrativa de Villa escrita por Paco Ignacio Taibo II y las novelas de la revolución como Vámonos con Pancho Villa de Rafael Muñoz y Cartucho de Nellie Campobello, ambas ambientadas en el norte del país, escenario donde Villa llevó a cabo sus luchas. Para tratar de entender y no juzgar.
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